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jueves, 18 de abril de 2024 00:00h.

Cuestiones que todo corredor debe tener en cuenta a la hora de marcarse objetivos ambiciosos

Empiezas a correr, alcanzas una buena forma física, vas cada vez más rápido, sobre mayor distancia, por terrenos más exigentes... Y también te marcas objetivos con un nivel de exigencia creciente. La firma Kalenji nos ofrece algunos consejos para que, llegados a este punto, tengamos las ideas claras y evitemos desilusiones.

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Fotos: Kalenji

¿Cuál es mi grado de motivación?

Correr más rápido y durante más tiempo no se consigue sin esfuerzo. Hay que entrenarse a menudo de manera meticulosa -salvo si se posee un potencial excepcional- para progresar. El trabajo efectuado semanalmente siguiendo un plan de entrenamiento supone un buen grado de motivación. ¿De verdad quieres superarte e ir más allá de tus límites? Atrévete a pasar un examen de conciencia sin pudor.

Plantear un objetivo es, ante todo, pensar en los esfuerzos y sacrificios que uno está dispuesto a realizar. La preparación para una prueba cronometrada genera cansancio e impone una buena higiene de vida. ¿Puedes, a lo largo de varias semanas, modificar ciertos hábitos de descanso o de alimentación? ¿Tu entorno familiar y profesional está dispuesto a apoyarte en este proyecto? Es preferible validar estos puntos importantes con anterioridad para no experimentar crueles desilusiones durante la preparación o durante el día D.

 

¿De qué fui capaz (en el pasado)?

Es válido para la carrera a pie, al igual que para otras muchas cuestiones cotidianas: las experiencias pasadas deben tomarse en cuenta antes de determinar un objetivo ambicioso.

En concreto, si deseas participar en una nueva distancia (media maratón, maratón, trail más largo que de costumbre), fíjate el objetivo de terminar la carrera. Ser finisher ha de ser el objetivo prioritario. Abandonar no tiene nada de infame (sobre todo si aparece una lesión durante la prueba); sin embargo, solemos preferir llegar hasta el final del proyecto y llevarnos una medalla a casa...

Ten en cuenta los tiempos que realizabas en el pasado. Es probable, puesto que tienes más experiencia y estás a punto de seguir una preparación meticulosa, que tu nivel de resultado se vea bonificado, aunque los minutos no se ganan tan fácilmente como uno cree a veces. Fíjate un objetivo de salida razonable, siempre lo podrás modificar si los progresos registrados antes de la carrera son realmente espectaculares.

 

¿De qué soy capaz (ahora)?

Debes efectuar un análisis diario (o casi) de tu entrenamiento. Recopila las informaciones más importantes -kilometraje semanal, tiempos sobre pista, sensaciones al esfuerzo- en un carnet de entrenamiento para verificar si tu preparación sigue siendo dinámica y si tu progresión no sufre ningún incidente.

No te derrumbes durante los días previos a la carrera. La perspectiva de tener que someternos a un esfuerzo prolongado puede intimidar, incluso estresar. Mantén la concentración física y mental sobre el objetivo fijado. Eso sí, conservando en mente el plan B: si las condiciones de la carrera son mediocres o si estás teniendo un mal día, vive simplemente la prueba como una nueva experiencia en tu vida de corredor, sin pesar y sin sentimiento de culpabilidad.

Por tanto, sitúa el nivel lo suficientemente alto pero sin exponerte a una preparación demasiado difícil de seguir: la mejor de las tácticas quizá sea dar muestra de adaptabilidad, seguir estando a la escucha de las sensaciones hasta la víspera de una competición.