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jueves, 28 de marzo de 2024 00:02h.

La Gomera, la isla de la felicidad

La isla de la felicidad, así es como sus habitantes conocen a La Gomera, un paraje natural en medio del Atlántico y certificado como Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco que nos ofrece naturaleza salvaje alejada del turismo de masas para desconectar de la rutina.

Fotos: Reuters

Barrancos infinitos, roques imponentes, la laurisilva en estado puro, las playas características del archipiélago canario y, todo ello, mezclado con el ritmo de sus gentes es el resultado que podemos encontrar en La Gomera, un paraje natural casi virgen y de gran tradición, pues conserva prácticamente intacta la isla.

Sumergida en una laurisilva de las más importantes del mundo, cuenta con poco más de 22.000 habitantes que hacen de La Gomera una isla única en el Atlántico. A lo largo del año, más de 700.000 visitantes acuden a este enclave atraídos por el clima casi caribeño que nos ofrece, de los cuales 200.000 pernoctan en los alojamientos insulares y unos 35.000 son cruceristas.

La mayoría de estos visitantes son internacionales, con un importante porcentaje de mercado alemán, aunque en los últimos años la demanda de éstos se ha ido estancando ante el imperante auge del mercado del norte de Europa. La demanda nacional también es muy destacada para la actividad de la isla, en especial la zona norte del país.

 

El paraíso natural canario

Lo que realmente hace especial a La Gomera es la miscelánea de playas, montañas, mar y bosque que guarda en sus entrañas.

En el corazón de la isla encontramos el Parque Nacional de Garajonay, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1989, que alberga en su interior el bosque de El Cedro, un pedacito del Terciario y una muestra única de la conservación de la laurisilva.

Gracias a la lluvia horizontal típica que acarrea los vientos elíseos, el bosque nos permite sumergirnos en un paraje verde y natural que hace de La Gomera una isla distinta al resto, donde encontramos más de 20 especies de árboles como el palo blanco o el acebiño, mezclados con aves y reptiles característicos de la zona.

El 4 de agosto de 2012 la isla sufrió uno de los peores incendios de su historia que arrasó más de 750 hectáreas del Parque Nacional de Garajonay, dejando un paisaje desolador a su paso. Un año después, poco a poco van aflorando las nuevas generaciones de plantas y árboles que quedaron arrasadas, ya que las autoridades canarias han decidido dejar que la naturaleza siga su curso y sólo se repoblarán las zonas cercanas a las carreteras.