Buscar
viernes, 29 de marzo de 2024 00:00h.

Consejos para la prevención y tratamiento de las verrugas plantares

Los pies constituyen una de las partes del cuerpo que más debe cuidar un corredor. Por eso es conveniente aprender a prevenir, o en su defecto tratar, las principales patologías que les pueden afectar. Es el caso del papiloma plantar, una infección cutánea originada por un virus de la familia del papilomavirus que presenta afinidad por el tejido epitelial, es decir, la piel.

fotonoticia_20141113090133_800
Foto: Getty

Según explica Fernando Ares, podólogo y presidente de la Asociación Europea de Podología Integrativa (AEPI), los papilomas se observan con mayor frecuencia en la población infantil, sobre todo a partir de los 5 años de edad, en adolescentes y adultos jóvenes. "Una de las principales causas puede ser el mayor grado de exposición a superficies comunes, como piscinas o gimnasios entre los menores y los más jóvenes", aclara.

La presentación clínica de la verruga plantar o papiloma puede ser en lesión única, múltiple (con una distribución característica en satélite) y en la forma conocida como 'en mosaico', múltiples lesiones poco profundas pero con una distribución extensa en la superficie plantar del pie.

"El papiloma suele ser asintomático en las primeras fases de evolución del cuadro clínico. Sólo una exploración adecuada puede identificarlos y diagnosticarlos con seguridad", apunta Ares. Aquellas lesiones con tiempo de evolución prolongado y situadas bajo puntos de apoyo pueden provocar molestias.

"Es característico el signo del pellizco, doloroso, a diferencia de una 'callosidad' convencional", explica el podólogo. El papiloma se considera una tumoración benigna, clasificada por su riesgo oncogénico como de tipo bajo.

 

Cuidado con...

El presidente de API advierte de las situaciones en las que existe un mayor riesgo de desarrollar esta afección, por ello hay que tener cuidado con:

- El contacto frecuente con superficies comunes, ya que ésta es la principal vía de contagio.

- La presencia de heridas, laceraciones o grietas que faciliten una vía de entrada para gérmenes.

- Los estados de estrés, disfunciones metabólicas, mala alimentación o hábitos de vida y, en general, todas aquellas situaciones que supongan un sistema inmunológico débil, como enfermedades que cursen con inmunosupresión o fármacos que la induzcan (como los antibióticos).

 

Posibles tratamientos

El tratamiento habitual se orienta hacia la necrosis de la lesión o lesiones verrugosas y para ello se usan medios físicos (crioterapia, electrocoagulación o el láser), químicos (ácido nítrico, salicílico, cantaridina), cirugía o métodos no convencionales aparecidos de forma reciente y que incorporan el tratamiento con acupuntura, neurotapping o tratamientos biológicos como la denominada bioregulación.

Según explica Ares, recientemente su grupo de investigación presentó los resultados preliminares de un macroestudio con una población infantil de 594 participantes en el que se valoró la eficacia de un medicamento bioregulador. El fármaco permitía aumentar la población de unas moléculas conocidas como interferones gamma responsables de la defensa inespecífica frente a agentes víricos.

Según señala el especialista, "los resultados son excelentes y permiten pensar en un tratamiento absolutamente incruento y sin efectos secundarios que soluciona el cuadro clínico en tiempo y calidad igual, e incluso mejor, que los tratamientos que usábamos hasta ahora".

Además, Ares apunta que con este tipo de tratamientos, dado que la mayoría de los pacientes son niños, "les ahorramos el sufrimiento que supone 'quemar' la lesión".

 

Prevención

La Sociedad Americana de Oncología señala que es una lesión que puede resolverse espontáneamente en un período de dos a tres años. "Sin embargo, el riesgo de contagio es elevado, por no hablar de la posibilidad de diseminación en el propio sujeto, por lo que nuestra experiencia nos dice que el tratamiento debe ser precoz", afirma.

Según señala el portavoz de AEPI, todo contagio puede ser prevenido o, al menos, disminuir las posibilidades de adquirir la infección. Son dos los aspectos a tener en cuenta: los hábitos higiénico- sanitarios adecuados y conseguir un equilibrio orgánico saludable. Para ello, el especialista aconseja:

- Mantener la barrera de la piel en buenas condiciones de hidratación, sin heridas ni posibles vías de penetración.

- Usar calcetines de agua, chanclas o calzado adecuado si practicamos deportes en los que el pie sufre el contacto directo con la superficie.

- No acudir a instalaciones deportivas, con superficies comunes, si somos conscientes de padecer el cuadro clínico.

- No hay enfermedad si previamente no hay un desequilibrio interno, señala el doctor.